En defensa de la vida, la mujer y la razón, por Franco Gonzales Mejia

El tema se ha vuelto hasta materia de burla, haciéndose  cantidad  de memes y sorna en redes sociales. Veo yo, muchísima insensibilidad y carencia de empatía, en un mundo que nos urge justamente a todo lo contrario. El aborto es un tema delicado y sensible, lleno de grises y matices donde nos podemos perder. Pero hay al mismo tiempo cuestiones objetivas, principios, si así queremos llamarlos, que no podemos dejar de exponer y defender. Hay claramente una contraposición de derechos que tendremos que ponderar y cuestiones éticas y sociales que definen esta problemática. Para explicar todo ello  presentaré tres posiciones. Hablo de los progresistas pro aborto y los conservadores pro vida. La tercera, en el cual me encuentro yo, la expondré a manera de reflexión para cerrar este artículo.


El  progresista  es el que busca la legalización del aborto en todos sus casos. Los más ecuánimes exponen que el límite deberían ser las 12 semanas de gestación. Dentro de ese mismo grupo están los extremistas que creen que el feto puede ser abortado hasta las fases más tardías del embarazo como las 26 semanas, casi 7 meses, ya que aún no se  terminan de desarrollar todas sus terminaciones nerviosas y por lo tanto "no sentirá dolor". Para los progres en su conjunto, el debate ya no está en sí hay vida o no. Ellos han expuesto claramente que la vida del feto es irrelevante, y centran su argumentación en la importancia de la autonomía de la mujer y cuestionan la condición de ser humano (persona) dada al no nacido en su etapa de embrión y luego como feto.  Ellos no consideran a un feto de uno, dos o tres meses como una persona, sino como un organismo viviente dependiente de otra, la madre, que debe tener derecho a decidir si este ser vive o muere.

Los progresistas apelan a una realidad concreta: los abortos ocurren día a día. Y dado que van contra la ley estos se practican en condiciones insalubres que terminan acabando con la vida de miles de mujeres. A la par con ello defienden el derecho de autonomía de esta sobre su propio cuerpo, así hayan sido relaciones sexuales consensuadas las que hayan producido una vida. Y con mucho más hincapié en las mujeres  embarazadas fruto de una violación sexual. La realidad  que vivimos en el Perú donde los embarazos adolescentes son cada vez más recurrentes, la violencia contra la mujer es cotidiana y donde padres violan a sus propias hijas, hacen parecer en algunos puntos racional la posición progre. Sin embargo, ¿Lo es del todo?


La propuesta conservadora pro vida es la que se opone al aborto de manera absoluta, es decir en todas sus variantes, con excepción del terapéutico que es cuando está en grave riesgo la vida de la madre. Los pro vida apelan al Derecho vigente para argumentar que la vida debe ser protegida desde el momento de la concepción, así está contemplado en la Constitución y en el Código Civil. La condición de ser humano la tiene el concebido, dado que el solo hecho de vivir lo constituye en un ser que debe ser protegido. Y en efecto, desde el momento de la concepción, la legislación peruana considera a ese ser  como un sujeto de Derecho. Esta posición parte de una concepción ius naturalista que considera la vida como un derecho supremo que debe defenderse sin importar las circunstancias. En el Perú esta es la posición mayoritaria y está fuertemente secundada por la Iglesia Católica y evangélica. Si bien son inspiradores los valores que representan los pilares de la causa pro vida, esta puede tender a pecar de utópica, y darle la espalda a la realidad, un lujo que evidentemente no nos podemos permitir.

¿Cuál es entonces tu postura, Franco? La tercera postura es la que yo llamo la posición racional de centro que defiende la vida, la razón y atiende a ambos derechos humanos: el de la vida y el de la autonomía de la mujer. Es inconcebible avalar que una niña de 12 años violada por su padre sea obligada a dar a luz a un bebé el cual ella ni siquiera esta en las capacidades de criar y que se produjo en una vulneración de su libertad sexual. Si no pudiste decidir tener relaciones sexuales consensuadas y fuiste coaccionada a hacerlo, debes tener la potestad para decidir si traes una vida producto del hecho traumático. Es aquí donde ponderamos los derechos y defendemos la primacía de la autonomía de la mujer ante hechos que la denigran, y esta defensa se da en el marco de lo que es razonable. Sin embargo, esa autonomía ejercida alejada de la razón y de forma extremista puede significar la vulneración de otro derecho fundamental: la vida.


Yo considero igual de condenable  avalar la matanza de seres vivos, producto de relaciones sexuales consensuadas, a los cuales se les quiere negar la condición humana y se pretende trivializar su valor por no cumplir con ciertos requerimientos como "sentir dolor". Que el debate por parte de los progres haya desestimado el valor de la vida y nuestra responsabilidad como colectividad para defenderla es un indicador de lo alejada que está su argumentación de ser sostenible. Si una mujer ejerce su voluntad para tener relaciones sexuales  con su pareja y fruto de esa relación se produce una vida, el derecho que prima ahí ya no es el de la autonomía, sino el de la vida del no nacido. El argumento de "déjala decidir" se cae por si solo, ya que toda persona puede decidir si tiene relaciones o no. Y si las tiene debe ser consciente de las consecuencias que acarrea dicha actividad. Es obvio que las relaciones sexuales no tienen un fin exclusivamente reproductivo, ya que toda persona tiene el derecho de vivir una sexualidad libre en la búsqueda de placer. Sin embargo, al realizar dicha actividad pones en funcionamiento aparatos reproductivos del cuerpo que generan consecuencias biológicas. La vida que se generó por un acto, quizá irresponsable, no tiene la culpa de existir, pero existe, pero vive.  La pareja puede tomar sus precauciones, pero si se termina generando una vida, el argumento no puede ser "abortare porque es mi cuerpo". Debe haber un principio de consecuencia ética y responsabilidad en relación a los efectos del acto que has realizado con total consciencia y capacidad de decisión. Es entonces importante una educación sexual que nos enseñe a prevenir en lugar de rendirnos a la situación crítica actual.

Cualquier tipo de libertad que se promueve sin el ejercicio de la razón se convierte en libertinaje. El libertinaje se entiende como un derecho llevado hasta el abuso extremista del mismo, generando finalmente su destrucción. Como sociedad tenemos el mandato de proteger aquellos principios que afianzan nuestra humanidad y la enriquecen. Valores como la justicia, la dignidad, el bien común y la empatía deben ser los pilares de las decisiones que tomamos y de las leyes que legislamos. Es en pro de la dignidad de las mujeres que debemos hacer respetar su autonomía ante hechos que las han violentado, así como debemos tener empatía para sensibilizarnos frente a la vida del no nacido, quien en su inmensa fragilidad es incapaz de defenderse a sí mismo. No podemos promover el aborto como un derecho que debe fomentarse como algo positivo en la sociedad, sino entenderlo dentro de su contexto y aplicarlo como la excepción en los casos que así lo ameriten. Este punto medio es el inicio que nos permitirá avanzar en una sociedad dividida entre conservadores y progresistas. En ese sentido también la Marcha Por La Vida debe ser respetada, ya que es tan igual de legítima que las manifestaciones por los derechos LGTBI y cualquier otra. Más aún considerando que es una lucha que involucra la defensa de la vida de todos los peruanos. Mofarse de los defensores de la vida es demostrar la verdadera intolerancia y odio que algunos siempre condenan.


Y mujeres, no se dejen engañar bajo el discurso ideológico barato de que el aborto libre las empodera. Esa es una gran falacia que les pretenden inculcar. No hay empoderamiento alguno en la tristeza de tener que decidir quienes viven y quienes no. La mujer estará verdaderamente empoderada cuando pueda caminar libremente por la calle sin temor a morir o ser abusada. Cuando no tenga que pesar sobre ella la vida producida por una violación. Es por ello radicalmente importante la construcción de una sociedad que fomente principios que, con la misma ferocidad que defendemos el valor de la vida humana en el vientre, la  defendamos en las calles, en los cerros, en las plazas y en todos los rincones públicos y privados del Perú.

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